Archivo de septiembre, 2009

Para Álvaro Fabián Nuñez Pizarro

Posted in Amistad, Amor, Parejas, amor y desamor with tags on 17/09/2009 by ena4

 

El día que nací de nuevo

Hay veces en la vida que mueres viviendo, o vives muriendo.Cuando yo lo conocí, era ese momento de mi vida, en que me arrastraba por ella, sin saber muy bien dónde estaba mi norte, por qué me pasaban las cosas que me sucedían y me preguntaba una y otra vez por qué no sembraba lo que había ido plantando… porque bien es sabido que la mayoría de las veces no recoges en esta vida lo que has sembrado se diga lo que se diga.Decidí escapar de todo, de mi entorno, de mi mundo. Lejos de todo, y que mejor lugar a elegir que el fin del mundo o el culo del mundo, como lo llamaba él.

De pronto llegué a un lugar extraño, que no extrañaba en absoluto, a una ciudad en la que nunca había estado, y que sin embargo era como llegar a casa, y me encontré reflajada en unos ojos que no conocía de nada, pero que me parecían eternos acompañantes.

Enseguida me dio varias lecciones. Él, tenía infinidad de problemas, probablemente más graves que los míos, pero cada día se levantaba con una esperanza, no había día que no oyera una canción en su boca, y una frase de ánimo.

Él era empuje, ganas, vida, sol, alimento, aire y poco a poco pasó a ser todo.

Volvió a sacar mi espíritu, el alma alegre, quien yo siempre había sido, mi generosidad, mi buena fe, bondad. Mi yo, mi único yo, un yo que no se había apreciado mucho y el poco aprecio, los golpes, y la miserable vida, habían hecho que me olvidara de quién era yo, y creyera más en que no merecía la pena, aunque profundamente siempre he sabido que soy buena persona y merezco mucho la pena.

Recuerdo que hubo momentos en que desee no ser inteligente sino ser la típica niña que finge ser infantil y medio tontita e inocente, que al parecer es al final las que agradan, y a las que nunca culpan de nada a pesar que detrás de esa máscara siempre haya arpías que saben jugar muy bien sus papeles. Desee ser eso.

Sin embargo, ahí estaba él, mostrándome de nuevo lo que ya sabía de mi misma, amándome realmente a mí, a quien yo era con virtudes y defectos y enseñándome de nuevo a quererme.

Me levantó y me devolvió todo lo que la vida me había quitado en pocos días, y poco a poco, me enamoré de ese ser tan excepcional, de ese ángel divino.

Admiraba cada acción, cada palabra, su creatividad, su buen hacer. Él era algo mandón y a veces un tanto refunfuñón pero amé hasta eso.

Luego vino la separación.

Perdí el contacto, y caí en una depresión horrible.

No había noche que no me acostara llorando, que no sollozara, que no rezara para que estuviera bien. La falta de noticias y el no poder ponerme en contacto me angustiaba, me desarmaba, me hacía sentir pequeña, y despotricaba contra lo injusto que es la vida. No entendía como alguien como él, podìa pasar por lo que pasaba, y sin embargo, que haya en el mundo personas malas como alguno de mis ex, que juegan con la gente, y puedan vivir una vida tan plena.

Caí en una amarga depresión, y añoraba una y otra vez estar en sus brazos, oir su voz, oir sus canciones a veces desentonadas, sentir su mirada puesta en mi.. ¡Cómo me gustaba cuando me miraba!, sus comentarios sabios. Todo, lo añoraba todo.

Sé que a veces cuando estuve allí me mostré un poco irrascible, pero sólo era el miedo a perder, sólo me hacía reaccionar así cuando se apoderaba de mi ese sentimiento de injusticia e impotencia, sólo era el miedo a dañar.

Lloré tanto, le deseé tanto, le añoré tanto, le amé tanto en su ausencia, y ahogué tantas veces las lágrimas en un vaso donde siempre veía reflejada su luz, marqué tantas veces el teléfono de su familiar a ver si por fin daba señal, le escribí tanto en trozos de papel abandonados que no tendría tiempo ni espacio en esta vida para conseguir explicar todo.

Pensé que habría muerto, le había tenido que pasar algo, porque lo último que había hablado con él era de una posible intervención donde debían operarle del corazón. Y así, igual que cuando murió mi padre, me hice una coraza, me desprendí de todo sentimiento, y la compasión se apoderó de mi sentimiento de amor.

A los meses, se puso en contacto conmigo. Me quedé perpleja, no sabía si dar saltos de alegría o meterme por el teléfono y arrancarle todos los pelos, sin embargo, ya la compasión había superado y matado al amor.

Me dolió, me dolió tanto… sí, entendí, entendí todo lo que me decía, excusé a pesar que yo no hubiera hecho lo mismo, excusé, pero en ese momento, la que moría era yo, ya despobrista de sentimiento, ya fría y distante.

Sin embargo, él fue uno, quizás el único amor verdadero real, no idealizado, la persona maravillosa que me devolvió quien yo era, la persona que me devolvió mi libertad, pues había vivido muchos meses encerrada en esa cárcel creada con barrotes de tortura levantadas por las personas que me habían rodeado. Fue mi ángel, mi amor, mi vida, mi aliento, mi nuevo latir, mi nuevo vivir, mi maestro, mi todo en medio de la nada, mi renacimiento, mi resurgir, el que me puso un espejo delante y me dijo esta eres tú y tú mereces la pena.

Desde entonces no se me ha olvidado quién soy. Cada vez que me deprimo, pienso en quien soy, y me amo como nunca. Cada vez que me dan patadas y lloro, pienso en él, y canto y le pongo buena cara al mal tiempo. Cada día que creo me fallan las fuerzas, pienso en lo fuerte que fui con él y en lo fuerte que era él.

No solo lo amé, sino que me volví a amar a mi misma, volví a ser la persona que siempre había sido, la niña juguetona, la mujer sensata, la mujer que ya no le avergonzaba ser inteligente, la mujer que podía con todo, y a la que alguna vez habían llamado super woman por la independencia que solía caracterizarme.

Con él entendí que era el amor real, el amor de verdad. Hasta entonces solo había amado una vez, pero era un amor idealizado, no real, porque Sergio, era de carne y hueso pero no existía tal y como yo lo cree, sin embargo él, Álvaro, superaba todas las expectativas que jamás me hubiera podido hacer sin necesidad de crear imágenes ficticias.

Siempre he pensado que el amor no solo debe ser fuego, aunque yo necesite fuego, sino que también debe ser luz, debe ser camino, y él fue mi luz.

Todas las personas que han pasado por mi vida, estoy segura que quedarán en el camino, que no vendrán conmigo hasta el fin de mis días porque fueron nada, porque fueron basura, porque fueron engaño, crueldad, porque intentaron matar a la Helena que brillaba más que ellos. Sin embargo, Álvaro, estará en mi último suspiro, en mi último aliento, porque él no intentó apagar mi brillo, sino que fue lo suficiente hombre como para brillar junto a mí.

Mi principio y mi fin, mi libertad

Posted in Amor, Parejas, amor y desamor with tags on 16/09/2009 by ena4

 

 

En la oscura noche cuando todos duermen
mis sueños viajan hacia ti,
y se me ocurren tantas cosas
que intento evitar que mi sueño tenga fin.

Siempre has sido mi silencio, mi temor
todo lo que deseo la melodía de mi voz.
Siempre has sido mi aventura, mi amado del ayer
con quien me hubiera gustado despertar cada amanecer.

Y resides en mis pensamientos, y en todo lo que vivo
y tu olor aún recuerdo en el aire que respiro
no hay un solo rincón de mi vida donde no estés
ni hay canción de amor triste en la que no te pueda ver.

Aún recuerdo nuestras iris cruzadas
la emoción inocente cuando en mi reparabas
el deseo contenido en nuestras miradas
y el temor de perderte si sucumbia a la pasión que irradiabas.

Tu imagen aún el tiempo no desdibujó,
y en los malos momentos, tu eres lo único que consuela mi corazón
Tu sonrisa hace despertar la mía
y recuerdo cada momento contigo, como si solo hubiera pasado dos días.

Nuestro amor inocente y tierno, me mantiene viva,
y el haberte amado de forma tan pura y divina
me da fuerzas y ánimos para pensar que quizás
sí exista el verdadero amor, el que traspasa todas las cimas.

De momento me contento con tu recuerdo
tú eres mi principio y mi fin,mi libertad, mi rincón secreto
Eres lo que guardo para mi, todo mi alimento.

Quizás el no haberte tenido por completo
es lo que te haga especial
porque no hubo turbios sentimientos
que ensuciaran los momentos tiernos.

Hasta hoy no te escribí, porque aún no han inventado palabras
lo suficiente bellas para describir lo nuestro
Hasta hoy no te inmortalicé en papel aunque no te tenía en el olvido
no lo hice porque todo lo descrito, se queda corto con lo vivido.
Porque no hay grandeza que pueda reflejar
el sentimiento puro, e intenso que tú en mi alma llegaste a implantar.

Y ahora amor, me despido de ti,
sabiendo que te dejé pasar, sabiendo que quizás nunca vuelva a encontrar
en otros brazos lo que tú no me pudiste o no te dejé que me pudieras dar.
Pero te digo una vez más, de momento tú eres mi principio y mi fin, mi libertad.

La escribí pensando en S, si algún día la lee, ya sabrá que es él. Mi amor puro, mi amor divino, aquel que nunca el tiempo ensuciará aquel que nunca envejecerá, porque todo con él fue bello, porque todo con él fue tierno. Si diera vuelta atrás ahora lo viviría, fui cobarde, pero era demasiado joven.

Tarde para un reloj (se paró un reloj)

Posted in Parejas, amor y desamor, Tristeza, soledad, melancolía with tags on 14/09/2009 by ena4

 

velita de helena

 

 

No es un día de los habituales, aunque empieza como cada día.

 

Se levanta de su cama con los ojos medio cerrados, mete los pies en sus zapatillas mientras allí en un rincón ella la espera fría y blanca, impasible y cruel.

 

Algo se mete en su pecho, algo que la hace temer.

Qué es el miedo sino un intervalo entre la vida y la muerte.

Acaso cuando temes, ¿no dejas de vivir algo porque el temor te paraliza?

Sí, es un intermedio donde tu corazón palpita, es un intermedio donde caminas pero tus pasos solo te sumergen en desasosiego, en angustia que te arroja a manos de la dama que espera con ojos de fría plata.

 

Te levantas y un vaho sale de tus corales, que ahora casi no tienen color. Sientes ese frío dentro, de aquella que anda vacía porque alguien la destrulló. Sientes que tu máquina palpitante, casi ha cesado su latir, para ser acompasada y lenta, sin vida, sin luz, sin sangre.

 

Miras hacia el rincón, presientes unos ojos de acero azul clavados en ti. Piensas que siempre relacionaste el color azul de los ojos con la muerte, con la frialdad, con la crueldad. No ves nada, no ves a nadie. Si miraras más detenidamente verías el mármol verías ese azul. Ahora solo lo presientes mientras espera impasible el momento.

 

Observas tus pies mordidos por las zapatillas y de pronto rompes a llorar. Vuelves a mirar al rincón e imploras que venga ya a por ti, después de todo, nadie te amó, para todos fuiste un objeto, algo que usar.

 

Alguien te prometió alguna vez que os veríais en el infierno antes de salir de tu vida, pero el infierno no existe, ni siquiera existe el cielo, solo ese lugar, donde te vas con tus pesares y amores, con tus crueldades y tu bondad, esa tierra de esmeraldas donde la funda dejas atrás, y que no entiende de razón, solo te llevas lo que en el alma sembraste, los sentimientos: si fue amor, amor te llevas, si fue pesar, pesar te llevas. Allí sufres el pesar porque sientes angustia, opresión y como el alma no entiende de razón, jamás sabrás de dónde viene ese pesar.

Ese será tu castigo, si tu espada húmeda osó matar almas.

Ese será tu castigo, si tu egoísmo jugó con sentimientos.

 

Y temes, temes de nuevo.

 

Sabes que en tu reloj solo hubo minutos para el amor, que sus manillas se movieron al compás de las horas de quien amabas pero ningún tic tac, de ningún otro reloj fue para ti. Esos relojes, siempre se pararon en los tiempos de otras, se pararon porque ellas los sumergían en agua porque esos tic tacs les molestaban. Vinieron a ti oxidados, e incluso rotos, dañados, marcando sus minutos desconfiados, o no marcándolos, solo siendo transportados de un día a otro pero parados en el tiempo del desamor, que ellos denominaban amor.

 

El amor no echa agua, no oxida, no rompe, ni mata; el amor mutuo jamás se separa ni en cuerpo ni en alma. Los amores mutuos, siempre van juntos, como las dos manetas del reloj que aunque durante el día se separen, siempre hay 23 instantes donde se encuentran y el resto de minutos se pasan buscando el siguiente encuentro.

 

Vinieron a ti, echaste aceite a sus maquinarias para que volvieran a andar, limaste el óxido, y pegaste cada pedacito de cristal, diste cuerda para que caminaran, para que volvieran a palpitar, pero en el momento que ya no te necesitaban te dejaron atrás y sus manetas volvieron a girar, por otras que ellos decían lo merecían más.

 

Y si vas a la tierra de esmeraldas, llevaras mucho amor, pero con quién compartirlo, si nadie a ti te amó.

 

Miras hacia el rincón y deslumbras el mármol. No es mujer como todos aclaman, sino que es un bello y frío hombre. Extiendes tu mano, y pides que te salve de este mundo. Se acerca y seca tu lágrima recogiéndola en sus ramas pendidas de las manos. Con ella pinta sus labios de pureza y amor. El acero te mira como otros te miraron, solo que él no se disfraza de sinceridad y de amor. Sus ventanas parecen haber cambiado a un color más dulce, al color del chocolate, y las teclas blancas como luceros parecen cantar una sonrisa menos mortal.

 

Extiende la mano, temes, intentas retroceder, pero él penetra sus dagas en tu corazón que murió en vida, mientras su voz congelante dice: “Para qué lo quieres, hay diferentes formas de estar muerta, y ya lo estabas”

 

Se dibuja una sonrisa feliz en tu cara, y alargas la mano para rozar esa locura que parece menos frío y más humano. Paseas tu mano por su hermoso rostro, y saboreas con todos los sentidos, ese chocolate mientras te mira. Pero algo pasa, algo falla, no abandonas esa estructura para salir volando y sientes miedo de nuevo. Intentas gritar horrorizada, pero no sale grito alguno. Él te mira, y se desprende una lágrima de su cara, que cae en tus labios, mientras dice: “No puedo. Salpicado por tu fuego de amor, mi poder se hace pequeño, mi hielo se deshace. Nunca vi amor tan grande. ¿Cómo alguien pudo despreciarlo?”

 

Alguien llama a la puerta, miras desosegada a tu acompañante, y suplicas con la mirada: “Llévame, libérame de este castigo”. Él siente compasión pero no puede derrotar a algo tan poderoso. Te coge la mano y dice: “No te preocupes, deberías emprender el viaje, pero no entiendo que pasa”.

 

Te giras, otro intruso ha logrado entrar a tu cuarto. Él te mira, y parece verte solo a ti, mientras restas inmóvil en el suelo con lo que parece el último suspiro a punto de escapar.

 

“Qué te ocurre, no me dejes” grita el diablo que le arrancó el corazón, mientras acaricia su cascada morena. “No te vayas, no ahora que sé que te amo”

Se vuelven a escapar unas lágrimas de tus ojos, e intentas abrir la boca para contestar que tú aún lo amas. En el intento entra en el túnel húmedo hacia tu cuerpo la lágrima derramada por la fría estatua que está junto a los dos contemplando la escena. La diminuta se sumerge, y transportada por los ríos rojos es llevada al corazón, congelando todo sentimiento, acabando con toda pasión.

 

Lo miras por última vez con los ojos del amor, que poco a poco se vuelven verdes, traicioneros y llenos de rencor.

Él jugó contigo, te destruyó, solo dale lo que merece, destroza su alma como él contigo no dudó.

Miras con el último indicio de amor, a ese ser. Lo que hubieras dado porque llegara antes de que se congelara todo fuego; logras decir: “te amé como nunca”, te giras hacia la estatua y dices: “se está evaporando todo amor, todo sentimiento de bien, ahora que ya no hay fuego en él, arráncamelo antes que dañe a quien amé”

 

El verdugo por primera vez siente remordimientos, siente dolor, pero sabe que una vida sin amor es peor que la más cruel condena, y con lágrimas en los ojos vuelve a penetrar su pecho esta vez con resultado certero, y pensando ¿por qué no sequé mi lágrima? ¿Por qué ha dado su vida por no seguir amándolo?

 

Con el último latido le sonríe y le da las gracias por salvarla de la frialdad, por salvar del dolor que ella sufrió a aquel que a ella se lo infringió. Se gira hacia su amado y entre sollozos dice: “gracias por haberme amado”

 

Cae la mano del amor inerte, cae de rodillas el verdugo escondiendo el rostro entre las manos, entierra la testa el amado destronado en el pecho de tan bello ángel, mientras grita: “¿por qué no quise amarla antes? ¿por qué la herí de muerte? ¿por qué la humillé y rechacé? ”. El bello y ahora más humanizado verdugo replica: “porque destrozamos todo lo que nos viene grande”.

 

Él cree oír esa voz de ultratumba, y grita desesperado: “Cállate, es mía, desalmado, no te la vas a llevar” pero es tarde, ella ya es luz, ya vive.

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